Mientras cursaba los últimos años de la carrera de arquitectura en la UBA, Gabriel Gambotto inició sus primeras obras, de manera independiente.
Con 24 años, encaró un ambicioso proyecto: reciclar un Petit Hotel de principios del siglo XX. Al mismo tiempo, uno de sus docentes de Estructuras, le encargó el proyecto y construcción de su casa. Ese fue el comienzo.
A lo largo de los años, se asoció con diversos profesionales, y cumple desafíos cada vez más exigentes: proyectos de propiedad horizontal y edificios corporativos.
En la actualidad, y desde hace varios años, se dedica exclusivamente a proyectos de casas de hormigón, con diseños diferenciados: equilibrando la estética con la materialidad de la obra. A la hora de crear y elegir los materiales, Gambotto tiene muy presente el buen envejecimiento de su obra.
Junto a su equipo de proyecto, dia a día, encaran nuevos desafíos, como suspender grandes volúmenes sin columnas y colgar losas con tensores desde niveles superiores. Son un grupo conformado por 14 personas, donde “los de la vieja escuela colaboran a través de croquis y maquetas; y los más jóvenes, con todo el motor tecnológico permitiendo recorrer los proyectos de manera virtual”.
“En la etapa creativa no puede haber pereza”, dice Gambotto. Y asegura que se empeñan en mejorar los proyectos hasta la última instancia posible, tratando de que los aportes individuales enriquezcan al grupo y se refleje en los resultados.
En muchas de sus obras, el arquitecto adopta al hormigón como su material icónico. Según Gambotto, su plasticidad se adapta a las formas de nuestra imaginación, las copia y las imprime con una fortaleza que las obras realizadas con hormigón pasarán de generación en generación.