En sus casi 30 años de carrera, Gabriel Gambotto transitó por distintos proyectos y estilos arquitectónicos que lo llevaron a su gran pasión: las casas de hormigón. Qué lo inspira y cómo es su proceso creativo.
Caminar por los pasillos de la UBA y cruzarse con arquitectos de la talla de Justo Solsona, Jorge Lestard, Flora Manteola o Miguel Baudizzone fue el primer indicio, para Gabriel Gambotto, de que estaba en el lugar correcto. La confirmación se la dieron sus interminables charlas desmenuzando la obra de Le Corbusier, Oscar Niemeyer o Mies Van der Rohe. Definitivamente estaba en su salsa.
Después de haber pasado un corto tiempo por la carrera de Administración de empresas, los planos y las maquetas le fueron más fuertes. Tal vez fue porque le hizo caso a ese niño que, jugando en el taller de carpintería de su jardín de infantes, ya había dicho que sería arquitecto. O a ese chico de primaria que husmeaba entre las maquetas de sus primos mayores, estudiantes de arquitectura; o a ese adolescente ya guiado por una pasión, que visitaba cada fin de semana la obra en construcción de la casa de su hermana.
“La hizo uno de mis primos, con un diseño muy desafiante para una época en la que los chalets de ladrillo visto y techos de tejas eran la tendencia. Implantó una casa totalmente racionalista, inspirada en la Teoría de los cinco puntos de Le Corbusier. Me voló la cabeza, estaba cursando la secundaria y vi todo el proceso, los croquis, los planos, la maqueta y la obra”, recuerda.
Hoy consagrado en su área y dedicándose a lo que más le gusta, las viviendas unifamiliares, recuerda que uno de sus primeros trabajos, aún siendo estudiante, fue también una casa. Pero no una cualquiera: la de uno de sus profesores.
“Era Claudio González, mi profesor de Estructuras,”, narra Gambotto, y prosigue: “Encaré ese trabajo con muchísima responsabilidad y temor a la vez. Pero él y su familia me dieron mucha confianza, fueron muy respetuosos y amables; creo que esa fue la clave para que todo fluyera naturalmente. Por supuesto, consultaba permanentemente con profesionales ya en carrera. Y en la mitad de la obra, me recomendaron a un amigo, al que también le hice su casa, y éste a otro, ¡hasta hoy!”.
En la actualidad, su inspiración más fuerte la dan arquitectos como el brasilero Marcio Kogan y Angelo Bucci, o el danés Biarke Ingels, con quienes comparte su admiración por el hormigón y sus infinitas posibilidades que propone. Detrás de este material, también hay una historia que contar.
“Era la especialidad de mi abuelo; construyó varios edificios e iglesias que de chico me parecían imposibles. Ver un líquido gris caer sobre maderas y al tiempo estar parado mirando la ciudad desde arriba era casi mágico.”, recuerda Gambotto.
Hoy, su estudio trabaja exclusivamente en viviendas unifamiliares de hormigón, con el que crean fachadas imponentes en su simpleza, techos voladizos, piezas casi escenográficas que juegan con la luz y el agua, espacios libres de columnas y muchísimos otros desafíos desde el punto de vista del diseño y de la construcción. Todo pensado para satisfacer las necesidades de cada cliente.
“Si quienes nos contratan buscan una casa propia, tenemos algunas reuniones donde buscamos entender cómo viven, que esperan del nuevo proyecto, cuáles son sus emociones, sus gustos en música, gastronomía, arte, hobbies, ¡lo que los identifica!. Y si es con un fin comercial, hacemos análisis de mercado”, explica Gambotto, y agrega: “En algunos casos participamos de la elección de los terrenos, y cuando ya fue adquirido analizamos orientación, visuales, construcciones vecinas, arboledas… tratando de capitalizar lo máximo posible a la hora de proyectar”.
Luego, llega el trabajo puertas adentro, con largas charlas en equipo sobre cómo encarar el proyecto. “¡Algunas muy acaloradas!”, bromea. Allí, una conjunción de trayectoria y fuerza joven logra el milagro colaborativo que une croquis y maquetas, con la inmediatez tecnológica que requieren las obras de hoy en día. La fuerza del 2d y el 3d se unen para dar vida a obras maravillosas, esas que en los pasillos de la facu eran sueños y hoy son una palpable y duradera realidad hormigonada.